Gigante que tardó una eternidad en despertar. Explosión de éxtasis que tuvo que aguantarse hasta los últimos instantes del partido. México tuvo que esperar a que casi se concretara el ridículo, para responder con una goleada inclemente ante uno de los cuadros más deficientes del orbe balompédico.
La Selección Mexicana se conformó con mostrar su autoridad y conservar la perfección en la eliminatoria mundialista hasta la agonía del partido contra Guyana (0-5).
Las anotaciones en racimo, las celebraciones en la cancha se las guardó durante 78 minutos, pero tuvo que sacarse la espina porque así lo reclama su etiqueta de ser el equipo más poderoso de la Concacaf.
Los abucheos ya eran evidentes, claros síntomas de que a la gente de Texas no le gustaba nada que el Tri sufriera para hacer un gol. El público presente en el estadio BBVA Compass ya dejaba sentir su molestia y la transformó en abucheos durante más de tres cuartas partes del partido. Tuvo que venir un disparo que se coló de milagro a la portería de Derrick Carter.
Andrés Guardado ni siquiera lo celebró con emoción. Era un reconocimiento palpable de que el actuar nacional durante 78 minutos estaba muy lejos de lo que se pretende.
Así comenzó la goleada. El Principito mostró la humildad de un futbolista que quiere consagrarse en el mejor futbol del mundo. Su “festejo” fue el mensaje a sus compañeros para apretar el acelerador y rescatar el orgullo mancillado.
El dominio del partido era inocuo y José Manuel de la Torresólo veía el peor funcionamiento de su era. Ni siquiera porque el Tri era local en la tribuna del escenario al que administrativamente llegó como visitante; las anotaciones verdes se diluyeron en la primera mitad. Pases, pases y más pases, la posesión tricolor de la pelota fue estadísticamente parecida a la del Barcelona, pero su efectividad fue tan pobre como el peor equipo de la Concacaf.
La tristeza se apoderó rápido de la Selección Nacional. Javier Hernández falló un penal en el minuto tres; pero su revancha llegó. Primero le puso un pase de anotación a Oribe Peralta (79’), forzó un autogol (83’) y marcó otro (84’).
Una revancha personal para quien se le reconoce como uno de los grandes ídolos mexicanos en el futbol moderno. Justo cuando el público más pedía su salida y la entrada del delantero de los Rayados de Monterrey, Aldo de Nigris.
Hernández pudo reponerse. Celebró como un delantero necesitado de goles, de volver a brillar y recuperar el terreno que ha perdido tanto en la Selección como en el Manchester United.
El colofón al tardío despertar fue de Ángel Reyna. Un golazo de media distancia y todo volvió a la normalidad. Una goleada mexicana como la que debía ser, como la que se pensó durante toda la semana previa al choque ante un rival claramente inferior.
El Chepo se fue caminando al vestuario sin demasiada alegría. Su equipo fue incapaz de herir a una de las selecciones más limitadas del mundo durante 78 minutos, por lo que aún está lejos de convencer.
[Central Deportiva]