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La obra de teatro del mismo nombre llega a la pantalla grande para presentar una historia que pretende hacer reír y conmover en partes iguales
El nombre “No Sé si Cortarme las Venas o Dejármelas Largas” es bastante bueno por sí solo, irónico, trágico y lleno de humor negro. Si tan solo el contenido de la película fuera como su propio nombre, tal vez podrían sentirse menos pesadas las más de dos horas de un guión indeciso, que noconsigue el balance que busca entre comedia y drama.
El filme fue escrito a finales de los 90 por Manolo Caro, quien buscaba en ese entonces adaptar su guión cinematográfico, el cual terminó yéndose al teatro bajo el mismo nombre. Finalmente, luego de varios años, la cinta llega a la pantalla grande, adaptada por su creador original y dirigida por él mismo, e incluso protagonizada por los mismos actores que la interpretaron sobre el escenario: Ludwika Paleta, Luis Ernesto Franco, Luis Gerardo Méndez, Zuria Vega y Raúl Méndez. Me confieso completamente ignorante de la puesta en escena, pero admito que el contenido tal vez funcionaba mejor en su otra versión, pues en la pantalla grande, sufre de varios vicios.
La película cuenta sobre cinco personas que viven en unos departamentos contiguos, y la idea es retratar el drama cotidiano de estos personajes, tomando como eje central de sus chistes a uno de ellos, cuya única función es gritar a los cuatro vientos su homosexualidad. Optando por los chistes fáciles, la cinta se pierde; con poco ingenio para cambiar de tono bruscamente, pues también busca ser un drama desgarrador y un análisis profundo de la humanidad. El resultado es disparejo y poco efectivo.
El guión de la película se comporta con la misma volatilidad de sus personajes, es como una adolescente hormonal: llena de cambios de humor que no tienen sentido ni justificación; en un momento decide estar feliz y reír, y casi de un instante a otro llorar y lamentarse; por un instante todos son sus amigos, y casi sin razón se vuelven sus enemigos. ¿Quiénes son estos cinco personajes sino seres egoístas y caprichosos? Y eso estaría bien, si al menos su inestabilidad emocional y defectos tan marcados, fueran retratados con más cuidado, es decir, que nos sintiéramos identificados con ellos, en lugar de que nos parezcan personas desagradables.
Los personajes son: una mujer adicta a las telenovelas y a los antidepresivos, frustrada por no poder tener hijos; el marido de la mujer, un hombre que no le importa nada más que coquetear con otras mujeres y no siente más que lástima por su pobre esposa; la vecina, una chica guapa con deseos de ser cantante, pero con el carácter de una niña de 12 años que, además de ser interesada, autojustifica sus caprichos con actitud de niña buena; un ex-futbolista famoso, posible homosexual reprimido, con ínfulas de grandeza y un machismo insultante; un homosexual que, por razones injustificadas, sigue escondiendo su sexualidad, y cuya principal cualidad es precisamente demostrar sus preferencias sexuales a quien se deje.
El personaje homosexual (interpretado por Luis Gerardo Méndez) es quien tiene toda la atención de la cámara y quien busca arrancar más carcajadas al público. Podría parecer el único personaje con algo de encanto, de no ser porque el secreto de su carisma es una torpeza infantil y acartonada: él es un idealista enamoradizo, cuyos principales diálogos y acciones sirven para dejar ver cuán gay es. ¿Y honestamente, a quién le importan las preferencias de un personaje tan poco interesante? Incluso la descripción antes mencionada de los protagonistas, es más profunda dramáticamente de la que se muestra en la película. Estos carecen de gracia, y aunque el argumento se esfuerza por ahondar, el desarrollo de personajes no deja de ser de dos dimensiones.
Y es que esta película ambiciona mucho más de lo que en verdad consigue. Quiere ser ingeniosa, graciosa e inteligente, y para ello utiliza diálogos que aunque intentan ser agudos y dar profundas filosofías de vida, no consiguen más que verse forzados, como salidos de la mente de un universitario pseudointelectual. Quizá estos diálogos funcionaban mejor en el teatro, y no me parece descabellado pensarlo, pero en la pantalla grande son inútiles. Para hacer una tragicomedia de este tipo, es necesario que las acciones parezcan naturales y cotidianas, y no falsas y prefabricadas. Sabemos que estamos presenciando una película, y eso es un error para este tipo de humor.
En su afán intelectual, termina cayendo en la comedia absurda y fácil y en el melodrama desabrido y trivial. El director y guionista Manolo Caro está muy lejos de la altura de cineastas como Pedro Almodóvar o Woody Allen, maestros en el arte de combinar situaciones cómicas con dramas profundos, valiéndose de increíbles guiones. Incluso su pequeño tributo al cineasta manchego, con la actuación de la carismática chica Almodóvar Rossy de Palma, es mucho mejor que el resto de la cinta.
Sin embargo, así como la actuación de De Palma, existen otras escenas que también están bien logradas y avanzan con cierta agilidad, aunque desafortunadamente, pronto dan un giro drástico al chiste barato o al diálogo absurdo, cortando la buena racha con una narración accidentada.
Quienes busquen aquí un drama inteligente con verdadero ingenio, tendrán que pensar dos veces si vale la pena acabarse las palomitas o salirse de la sala. Si bien la película funciona mejor si no se la toma tan en serio, haría falta que la misma cinta tampoco buscara esa seriedad con tanta insistencia.
[Vanguardia]
