Cruz Azul tiene un pie y medio en la final. Con un gran primer tiempo en ofensiva y un gran segundo tiempo en defensiva, vapuleó a Santos por 0-3, lo que hace pensar que el juego de vuelta en el Azul será de mero trámite.
Gerardo Flores, Pablo Barrera y un autogol de Rafa Figueroa definieron el juego a favor de Cruz Azul, una Máquina que pita y que arrasa con todo lo que se encuentra a su paso. Así lo hizo en el primer juego de cuartos de final ante Morelia, y así lo hizo ahora ante Santos, en semifinales.
Torreón tuvo el “santo de espaldas”. Nada le salió y deberá rezar mucho por un milagro dominical.
Cruz Azul pegó primero y pegó dos veces. Primero fue el cabezazo de Gerardo Flores, a dos minutos de iniciado el juego.
Cruz Azul borró a Santos durante la primera parte, su juego práctico y efectivo fue demasiado para los laguneros, que simplemente no encontraron la fórmula de hacer su partido, aún cuando tuvieron la pelota la mayor parte del tiempo.
La fórmula fue simple. Cruz Azul jugó a lo largo y ancho del campo. Explotó las bandas, sobre todo la derecha, por donde Pablo Barrera fue libre. Y con esa libertad hizo cera a su marcador Osmar Mares.
Una falta de Mares por la derecha provocó el gol de Flores y minutos después el mismo Barrera (25’) definió una gran jugada iniciada por el Chaco Giménez.
A la defensiva Santos le facilitó el trabajo a los azules. Sin Oribe Peralta, el juego ofensivo de los Laguneros recayó en Darwin Quintero, quien por momentos enfrentó la marca de hasta cuatro jugadores visitantes. Así era imposible que pudiera hacer algo.
Sus compañeros de ataque, Hérculez Gómez, Lugo y Rentería, eran una y otra vez rechazados por la zaga cementera, que siempre esperaba la jugada por el centro. Santos no utilizó las bandas, no pudo ni quiso abrir a Cruz Azul.
Sólo dos goles anotó La Máquina en la primera parte, pero pudieron ser más. Teófilo y Javier Orozco, quien entró en lugar del lesionado Mariano Pavone, fueron la pesadilla de Felipe Baloy, quien recurrió al juego rudo para frenarlos.
Santos reaccionó hasta el minuto 40, cuando Salinas hizo volar a J.J. Corona, quien a mano cambiada sacó un disparo que amenazaba con colarse a su arco. Más allá de eso, Santos no se dio cuenta de que la semifinal había comenzado.
Lógicamente los de Torreón regresaron del vestidor y se dieron cuenta de que estaban en desventaja. El intento de reacción fue tremendo, prácticamente ahogaron a Cruz Azul, que de nueva cuenta cometió el error, como en Morelia, de defenderse en su área chica, y reventar todo balón que oliera a peligro.
Torrado y Castro eran la primera línea de defensa; si los pasaban, Perea y Pereira salían al quite, y si eran superados, Corona se agrandaba.
Caixinha, desesperado, metió lo que le quedaba de artillería. Cejas y Calderón trataron de abrir el cerrojo, pero Memo Vázquez envió a Israel Castro y Vela para defender aún más. La atajada a quemarropa que Corona le hizo a Darwin envió el mensaje de que en esa portería no entraría ningún balón.
Ya al final, en la agonía, Rafa Figueroa metió un autogol que definió la de por sí definida serie. Así, los cementeros se quitaron la maldición, otra, de no ganar en tierra santista. La última vez en un torneo local había sido en el Apertura 2002.
Cruz Azul tiene un pie y medio en la final, la que sería la quinta de Liga desde la última que ganó, en 1997.
Parece que todo lo que pasará en el Azul, el próximo domingo, ya será sólo trámite.
[Central Deportiva]