Una nueva marcha en la vida de Noé Hernández. Esta vez no se trata de superar al polaco Robert Korzeniowski ni al ruso Vladimir Andreyev; esta vez su rival es una herida de bala en la cabeza. La meta no es el Stadium Australia de Sidney, sino la de recuperarse y seguir fomentando el deporte en México.
El ex marchista promete volver a romper los pronósticos, como en aquellos Juegos Olímpicos inolvidables de 2000, en los que se colgó la plata. Quiere volver a ver y trabajar por la juventud mexicana. Advierte que, como aquella vez, no se dará por vencido en esta dura competencia.
“Todos ustedes han sido el motor para seguir adelante. En serio que es muy difícil darse cuenta que hay mucha gente a quien le interesas.
A pesar que la medalla olímpica ya pasó hace mucho tiempo, hay mucha gente que me quiere, empezando por mi familia, vecinos, medios de comunicación, amigos; esta es una de las situaciones que me hace ser tan diferente ahora. El darme cuenta que sigo siendo parte de la historia es lo que me compromete a hacer cosas diferentes para la gente”, dice Noé Hernández, momentos después de haber sido dado de alta y a instantes de dejar el hospital, tras nueve días internado por un balazo que recibió en la sien y que le provocó perder el ojo izquierdo.
Auxiliado por los doctores que lo atendieron, Noé escucha la presencia de sus hijas. La de su esposa Vianey Pedraza. Es el reencuentro antes de partir a casa.
Si en aquella competencia de marcha de 20 kilómetros hace 12 años tuvo el apoyo de su entonces compañero de marcha, Bernardo Segura, para alcanzar la inmortalidad, ahora son todos los medallistas olímpicos en vida quienes le han mostrado su solidaridad para enfrentar esta nueva carrera, en la que ya superó las horas críticas que representaron los momentos de urgencia tras recibir un impacto de bala durante la madrugada del 30 de diciembre pasado.
“Somos una familia los medallistas olímpicos. Creo que el que ellos vengan a verme, me hacen sentir que vienen a ver a un familiar suyo. Cuando vamos a unos Juegos Olímpicos, somos una verdadera familia. No somos ni 200 o 300 medallistas olímpicos en toda la historia, pero somos un grupo que nos apoyamos y a mí esto me cae de maravilla. El escuchar a un Joaquín Rocha, a un Daniel Aceves, a un Jesús Mena, a un Fernando Platas hablarme que de verdad se sienten tristes de lo que me está pasando, me siento pleno. Son mi familia olímpica”, resalta Hernández.
Noé quiere retomar su trabajo, el cual consistía en reconocer a los buenos atletas e inducirlos a apoyos para alcanzar su pleno desarrollo en el alto rendimiento. Advierte que ahora quiere redoblar esfuerzos para esta labor y decirle a la juventud que “sí se puede” destacar en el ámbito deportivo a todos los niveles.
No niega su anhelo de volver a casa para estar en compañía de los suyos. Una nueva oportunidad por corregir sus errores y ser mejor persona.
“Es lo que más quiero es terminar esta rehabilitación, que todavía no termina. Estamos a medias. Yo no soy médico, pero dicen que va muy rápida la recuperación que estoy teniendo. Siento que me están dando la oportunidad de vivir otra vez, de existir, de darme cuenta que, cuando llegue a mi casa, abrazaré a mi familia para amarlos y decirles cosas nuevas para rectificar las cosas malas que venía haciendo”, agrega el ex marchista.
Noé sueña con volver a llegar a un nuevo podio en una competencia que, advierte, apenas está empezando. La diferencia respecto de Sidney 2000 es que ahora sabe que no existen los imposibles.
“En los Juegos Olímpicos en Australia era una batalla literalmente de hambre, hambre de triunfo. Y esta batalla apenas comienza. Son los primeros rounds, los primeros indicios de que puedo triunfar, de que puedo hacer algo. Siento que me han otorgado un talento que me ha hecho cambiar mi manera de pensar. Esta pelea va para largo… pinta para bien, pinta para ser la mejor”, concluye.
[Central Deportiva]