El favorito del actor es Minky, porque tiene el espíritu de la risa y le ayuda
Eduardo España ha tenido un año duro en el ámbito personal, por la muerte de su pareja, pero lleno de trabajo, además de que espera el estreno de sus películas Hecho en China, Fecha de caducidad y Tercera llamada.
Pero entre sus ocupaciones, se da tiempo para hacer cosas que le satisfacen, como viajar y coleccionar duendes. “Los colecciono desde hace 16 años, tengo elfos, duendes, gnomos, trasgos, trolls, hobbits, siempre he sido muy fetichista al coleccionar pequeñas cosas, como púas o uñas para tocar la guitarra, changuitos, brujas, piratas, vikingos y los seres de luz, que son los duendes, terminaron ganándome mucho”, señala el actor, quien entre más de mil figuras tiene sus predilectos.
“El duende Minky, que posee el espíritu de la risa, es mi favorito porque me ayuda en mi oficio de hacer reír. Protocopio es uno de los más grandes, y el otro que se parece a mí es Midhir, hasta parece mi hijito, es un enamoradizo elfo español”, relata.
Lalo también disfruta de explorar la metafísica. “La energía que tienen los duendes se lleva muy bien conmigo; ellos me cuidan. Yo estudio desde hace 10 años Chi Kung, que es una maestría en el manejo de energía, muy parecido al Tai chi o al Yoga; tiene que ver con la espiritualidad, en eso los relaciono”.
Lalo comenta que la creatividad viene de su infancia, época en la que no tenía límites. “Me gustaba mucho encerrarme en mi cuarto a jugar con cajas de zapatos, les cortaba ventanitas y puertas, me hacía mis maquetas con soldaditos y animales de granja de plástico”, cuenta Lalo y añade.
“Mi mamá siempre me comisionaba para poner el nacimiento en diciembre, yo le ponía montañas con papel roca, compraba peces vivos para meterlos a pequeños estanques y simular lagos; mis ideas fluían y las ponía en práctica”, recuerda.
Eso así, reconoce, sus ideas siempre fueron, en esencia, muy extravagantes. “En las maquetas para la escuela hacía unas muy extrañas, una vez hice un pueblito con puras lagartijas vivas en una pecera, pero las acomodaba de tal modo para que pareciera que iban manejando carcachitas. A una hasta le pusimos un campanario y la colgamos con su hábito de monje, se veía muy chistosa, me acuerdo que le tomamos fotos”.
Lalo España además participaba en todas las representaciones escénicas en su escuela.
“Estuve en la estudiantina, tocaba el contrabajo. Ya desde muy niños, mi hermano Diego y yo jugábamos a que actuábamos, yo brincaba en la cama hablando mucho, y él aplaudía una vez y yo me congelaba, así nos pasábamos horas”.
La genialidad y singularidad del comediante aparecían en su cotidianeidad. “Siempre me he considerado un poco obsesivo; al pasar por una alcantarilla o tapa redonda de la calle, ésas que son de los registros de luz, yo tenía la costumbre de rodearla en círculo, dándole una vuelta tenía que decir: Bram Stoker; forjé una superstición”.
[El Universal]