Todavía sobra mucho concreto, demasiado para un equipo que aspira a hacer del Estadio Azteca su fortaleza.
Todavía sobra mucho concreto, demasiado para un equipo que aspira a hacer del Estadio Azteca su fortaleza.
El carisma de Miguel Herrera, la aparente renovación, el estilo que pondera el espectáculo y hasta la ayuda para quienes padecen en la sierra de Chihuahua, no son motivos suficientes para que el pueblo azulcrema se multiplique en las gradas, al menos no por ahora.
Los lugares vacíos son mayoría, como ha sido habitual durante los más recientes años. La visita del Pachuca no basta para arrastrar multitudes. No más de 40 mil espectadores acuden a la tercera presentación de las Águilas, como locales, en el Clausura 2012.
El «Piojo» hace su mejor esfuerzo, sonríe acentuadamente, pero le resulta imposible ocultar su sorpresa cuando sale a la cancha. De camino al banquillo, tras acomodarse la cabellera por enésima ocasión, el director técnico del América vuelve a confirmar que la reconciliación será tardada.
Las heridas generadas por el antepenúltimo sitio del Apertura 2011 están lejos de cerrar. Él no tuvo que ver. Fue traído para devolver a los ayer azules el protagonismo que su historia demanda. Ha hecho lo que está a su alcance; hasta ahora esfuerzo insuficiente.
Otra tarde de decepción para los revendedores, quienes se marchan a casa con la boca amarga y los bolsillos prácticamente vacíos. Adquirir entradas para los encuentros en Santa Úrsula ya no es negocio, salvo que se trate de algún clásico o de la Selección Mexicana.
La directiva americanista mantuvo la promoción de dar un boleto a cambio de dos kilogramos de víveres para quienes sufren en la sierra tarahumara. Altruismo que vuelve a tener respuesta positiva, lo que dificulta aún más comercializar entradas en el «mercado negro».
Bastante calor, pocos clientes potenciales y prácticamente ningún comprador. Cuando el cotejo ya inició, algunos, desesperados, ofrecen su mercancía en 50 pesos. Buscan recuperar parte su «inversión». La «ganga» tampoco resulta. Quienes llegan apresurados dudan una fracción de segundo, pero el panorama se les aclara al observar las desoladas taquillas.
Los únicos que no faltan son los ocupantes de la cabecera norte. Como siempre, sus cánticos retumban en el coloso, aunque se apagan con el pasar de los minutos. Gargantas que vuelven a explotar cuando el América llega con cierto peligro al marco defendido por Rodolfo Cota.
Inconsistencia que entra en sincronía con el juego de su equipo, ese que no termina de hacer «click» con su lastimado pueblo, al que todo parece indicar que sólo se le olvidarán las recientes penas con rotundos éxitos, los que las Águilas, versión Herrera, todavía están lejos de conseguir.
Mientras tanto, al Azteca le sobra concreto, demasiado para hacer «temblar al estadio», como presume la inmortal letra escrita por Carlos Blanco.
[El Universal]